Historia del Lápiz de Grafito
Los lápices grafito (o simplemente lápices negros o lapiceros) constan de una mina hecha de grafito y arcilla envuelta en una cubierta que de forma tradicional es de madera.
La singularidad del lápiz como instrumento de escritura no debe ser subestimada. ¿Qué otro instrumento de escritura ha sido utilizados en el espacio, bajo el agua y por cualquier niño de escuela, en todos los continentes durante los últimos cinco siglos?
Aún teniendo en cuenta el estilo romano, el lápiz es el utensilio de escritura utilizado durante el período más largo de tiempo de nuestra historia. Si además consideramos al grafito contenido en los lápices como un derivado del carbón encontrado en las primeras pinturas rupestres, ese humilde HB que se encuentra en el cajón de su escritorio tiene un pasado tan único como el de la propia humanidad.
Origen del Lápiz de Grafito
El núcleo de un lápiz, confusamente llamado "mina", está formado por un elemento natural conocido como grafito, descubierto en el Distrito de los Lagos de Inglaterra a principios del siglo XVI.
El grafito no es el primer ejemplo de un material obtenido de la tierra y utilizado como herramienta para hacer trazos, este proceso se remonta a los primeros ejemplos de arte humano visto en las pinturas rupestres prehistóricas que se crearon utilizando tanto carbón como tiza en la época entre 40.000 y 10.000 a.C. Estas sustancias se molían y se mezclaban con saliva o grasas animales para formar una pasta que posteriormente se untaba en las paredes porosas de las cuevas.
Descubrimiento del Grafito (o como se le conocía, plomo negro)
En la primera parte del siglo XVI, los lugareños descubrieron una gran cantidad de grafito sólido en Borrowdale, cerca de Keswick en el Distrito de los Lagos de Inglaterra. La química y la metalurgia eran por aquel entonces ciencias en pañales y esto llevó a que se clasificara al elemento como plumbago, que en latín significa “mineral de plomo”, ya que se creía que era un tipo de plomo negro en vez de una forma de carbón.
Esta denominación errónea ha trascendido a muchos idiomas en todo el mundo donde la palabra para referirse al lápiz se traduce como ‘pluma de plomo’, incluyendo el árabe, el alemán y el gaélico. El término lápiz sólo se utilizó por primera vez para describir una “herramienta de escritura de grafito” hacia finales del siglo XVI. En el español, la palabra deriva del latín lapis ‘piedra’, por la barrita de grafito que contiene.
El gran depósito de grafito, el único descubierto a esta escala, fue inmediatamente apreciado por los habitantes de la zona por ser particularmente eficaz para el marcado de ovejas y se empleaban pequeños trozos para este fin. Los militares en cambio, descubrieron un uso más lucrativo para el mineral, lo utilizaron como revestimiento de los moldes de las balas de cañón.
Se convirtió en un activo tan valioso que la mina de grafito pasó a ser custodiada por la Corona, que llegaba a inundarla para disuadir a los ladrones cuando no estaba en uso. En 1752 se aprobó una ley para proteger el grafito de los robos, con castigos que incluían la flagelación, trabajos frozados o la deportación. Esto no resulta sorprendente cuando el valor del grafito alcanzaba las 1.300 libras esterlinas por tonelada, el equivalente a 169.300 libras esterlinas en la actualidad.
Cualquier uso alternativo del grafito para marcar se produjo en sus inicios a través de pequeños trozos sacados de contrabando de la mina. Aquellos primeros usuarios pronto descubrirían que el grafito no sólo manchaba la mano, sino que cuando se usaba también podía volverse quebradizo. Debido a eso, empezaron a crearse las primeras fundas fabricadas a partir de pequeñas tiras de piel de oveja o trozos de cuerda.
Las minas de Borrowdale siguieron siendo la única gran fuente de grafito de buena calidad y sus lápices pronto fueron exportados a varios países europeos. Estos distintivos palitos cuadrados de grafito eran conocidos en toda Europa por su calidad y por la fuerza de su trazo.
Los primeros intentos de crear barras de grafito a partir de grafito en polvo, se hicieron en la década de 1660, en Nuremberg, Alemania, pero no fue hasta las guerras napoleónicas de finales del siglo XVIII cuando los embargos comerciales obligaron a los franceses a desarrollar un método alternativo para fabricar minas de lápiz. Un oficial del ejército francés, Nicholas Jacques Conte, desarrolló una mezcla de arcilla y polvo de grafito (producido a partir de grafito de menor calidad) que se cocía en un horno.
Este avance puso fin al monopolio británico sobre la producción de lápices de calidad. Conte, que también era químico, desarrolló aún más este proceso de fabricación, al darse cuenta de que el uso de diferentes cantidades de arcilla y grafito daría como resultado una marca de lápiz más dura o más blanda, lo cual se ve hoy en día en la gama de lápices disponibles clasificados utilizando la escala HB. Esta escala clasifica los lápices según su dureza (H) y su negrura (B).
Cómo se Hacen los Lápices
En resumen el proceso consta de algunos pasos:
- Se prensa una mezcla de polvo de grafito con arcilla en barras que más tarde son secadas.
- Luego cada barra recibe una capa exterio de cera.
- Se preparan unas barras de madera que servirán para el cuerpo del lápiz. Se les hace unas acanaladuras donde irá pegada la mina de grafito.
- En una plancha de madera se van colocando las minas en cada acanaladura.
- Se echa cola y se pone encima otra plancha con acanaladuras y luego se prensa.
- Cada plancha de madera es cortada en tantos lápices cuadrados como minas tenga.
- Cada lápiz cuadrado es pasado por una lijadora para conferirle su tradicional aspecto hexagonal o cilíndrico.
- Al terminar, se le da a cada lápiz un baño de lacado según el color de la marca así como los idetificadores y logos correspondientes.
Vídeo de la Fabricación de Lápices
A continuación podrás ver un vídeo creado por Faber Castell donde se detalla de forma visual el proceso en sus fábricas:
Historia de la Fabricación de Lápices
La implementación de una funda de madera que rodea el palo de grafito fue desarrollada por primera vez por una pareja italiana, Lyndiana y Simonio Bernacotti, ya en la década de 1560. Su diseño incluía un palo de enebro hueco en el que se colocaba el grafito para producir un lápiz de carpintero plano. El ejemplo más antiguo de lápiz de carpintero data del siglo XVII y se encontró en el tejado de una casa alemana construida en este período.
Con el tiempo, el proceso de fabricación evolucionó hasta utilizar una carcasa de madera serrada en dos mitades y luego tallada en el interior para sostener el palo de grafito. Las dos mitades se encolaban entre sí. Esta técnica tuvo tanto éxito que ha cambiado poco en los últimos cuatro siglos.
Existe cierta incertidumbre sobre la identidad del primer fabricante de lápices producidos en serie, aunque se sabe que era de Nuremberg, Alemania. En antiguos documentos se nombra a un tal Hannss Baumann de Nuremberg, que murió el 7 de febrero de 1659, en el contrato de matrimonio de su hijo como fabricante de lápices. Los nombres de otros ciudadanos de Nuremberg, como Jäger, Jänicke o Friedrich Staedler (a quien se le prohibió la fabricación de lápices por decreto del consejo de 1662) fueron también registrados para la posteridad.
Los lápices europeos viajaron con los primeros colonos a Norteamérica y siguieron importándose hasta después de la Revolución Americana a finales del siglo XVIII. En 1812, los primeros lápices de madera americanos fueron fabricados por William Munroe, un ebanista de Massachusetts.
Las posteriores mejoras en el diseño orignal incluyeron las primeras carcasas de madera octogonales y hexagonales. Para 1870 la Joseph Dixon Crucible Company era el mayor consumidor y comerciante de grafito del mundo. A finales del siglo XIX, se utilizaban más de 240.000 lápices cada día en los Estados Unidos.
El atractivo duradero del lápiz debe ser tanto su longevidad como su autonomía respecto a los botes y cartuchos de tinta. Sin embargo, existen accesorios que mejoran aún más la experiencia de escritura del lápiz, a saber, la goma de borrar y el sacapuntas.